Te damos gracias por este nuevo amanecer —lluvioso en la mañana, pero soleado en la tarde—, porque hemos despertado al inicio de una semana laboral que realizaremos con renovadas fuerzas y deseos de servir con corazón generoso y sintiendo tu presencia a nuestro lado.
Hoy te damos gracias porque nos regalas en este día una fiesta tan hermosa como la de Juan el Bautista, el precursor de tu venida; aquel que nos anunció un nuevo bautismo en Espíritu y fuego purificador. Juan anunció una nueva era y preparó tu camino. Ayúdanos a proclamar tu mensaje en un nuevo lenguaje que nuestros tiempos reclaman. Danos el valor de abandonar nuestros viejos modos y actitudes y de abrir resueltamente a nuestros hermanos el camino del amor que nos ofreces. El Padre celestial le dio a Juan el Bautista los ojos de fe necesarios para reconocerte y señalarte como el Salvador largamente prometido.
Ayúdanos a reconocerte en los humildes signos de la fe y la esperanza y que nosotros como Juan el Bautista disminuyamos y seamos menores. Que te hagas visible en nosotros para que de esta manera podamos recorrer caminos que quieras que recorramos. «Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente». Danos tu amor y tu santa bendición. Amén
Feliz martes de inicio de labores. ¡Con fe y optimismo vamos adelante!
Meditación del Papa Francisco
Isabel y su hijo se regocija en el vientre al escuchar las palabras de María. Es todo alegría, la alegría que es fiesta. Los cristianos no estamos tan acostumbrados a hablar de la alegría, del gozo, creo que muchas veces nos gustan más las quejas.
Él que nos da la alegría es el Espíritu Santo. Es el Espíritu el que nos guía. Él es el autor de la alegría, el Creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu Santo, nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros los cristianos no podemos ser libres, nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas.
El gran Pablo VI dijo que no se puede llevar adelante el evangelio con cristianos tristes, desesperanzados, desanimados. No se puede. Esta actitud un poco fúnebre, ¿no? Muchas veces los cristianos tienen un rostro que es más bien para ir a una procesión fúnebre, que, para ir a alabar a Dios, ¿no? Y de esta alegría viene la alabanza, esta alabanza de María, esta alabanza que dice Sofonías, la alabanza de Simeón, de Ana: ¡la alabanza de Dios!
El corazón alaba a Dios ¿Y cómo se alaba a Dios? Se alaba saliendo de sí mismos, gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da. Usted que está aquí en la misa, ¿alaba a Dios, o solo le pide a Dios y le agradece? ¿Acaso alaba a Dios? Aquello es una cosa nueva, nueva en nuestra vida espiritual. Alabar a Dios, salir de nosotros mismos para alabar; perder el tiempo alabando. (cf. S.S. Francisco, 31 de mayo de 2013).