Nos regalas un nuevo día para llenar nuestros corazones de ilusiones y esperanzas, de modo que con ello podamos ir a hacer el bien y amar a nuestros hermanos llevando tu presencia. Gracias, Señor, porque sabemos que serás la luz que nos ilumina; nos mostrarás el camino, nos darás la fortaleza que nos ayudará en nuestros momentos de debilidad y nos ayudarás a superar todos los obstáculos que se nos puedan presentar. Que seamos esos árboles sanos que dan frutos abundantes de buenas obras de caridad, de fe, de esperanza y de ilusiones. Llena nuestros corazones de la fe de Abraham y haz que confiemos en tu Palabra, antes que en nuestros ídolos de barro que son pasajeros. Cólmanos abundantemente de tus bendiciones. Amén.
Feliz y confiado miércoles. Dejemos que el Señor nos “riegue” para que demos frutos abundantes. Abrazos y bendiciones.
Meditación del Papa
Nosotros celebramos la Eucaristía sabiendo que su precio fue la muerte del Hijo, el sacrificio de su vida, que en ella está presente. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, nosotros anunciamos la muerte del Señor hasta que Él vuelva, dice san Pablo (1 Co 11, 26). Pero también sabemos que de esta muerte brota la vida, porque Jesús la ha transformado en un gesto de entrega, en un acto de amor, dándole de esta forma su sentido más profundo: el amor ha vencido a la muerte. En la santa Eucaristía Él, desde la cruz, nos atrae a todos hacia Sí (cf. Jn 12, 32) y hace que nos convirtamos en los sarmientos de la vid que es Él mismo. Si permanecemos unidos a Él, entonces también nosotros produciremos frutos, y entonces ya no saldrá de nosotros el vinagre de la autosuficiencia, del descontento de Dios y de su creación, sino el vino bueno de la alegría en Dios y del amor al prójimo. (Benedicto XVI, 2 de octubre 2005).